martes, 6 de junio de 2017

Un año en Katmandú

Inés y Nyima con varias estudiantes de Komang en Katmandú
La Vida en Komang no transcurre como en la mayor parte del mundo. Esta pequeña aldea se encuentra a gran altitud (4.500 m.) en la región de Dolpo, al oeste de Nepal y limitando al norte con el Tíbet, ahora en China. Para llegar a Komang desde Katmandú se necesitan unos 15 días donde se compagina autobús, avión y un duro trekking de casi 10 días. En Komang no se imparte educación secundaria. Cuando los niños y niñas llegan a una determinada edad, se separan de sus familias para ir a Katmandú a continuar sus estudios.

Esta es la historia de Pema* que a los 12 años vino a Katmandú a estudiar gracias a una ONG local que ayuda a jóvenes de aldeas aisladas tibetanas a acceder a un futuro mejor.


Primera semana en Katmandú

"Acabo de llegar a Katmandú, estoy muy emocionada. Estar aquí es como un sueño… ¡hay águilas enormes que hacen mucho ruido! Miss ha dicho que las personas van dentro y que las utilizan para viajar pero no acabo de entender cómo puede ser… Y la gente se sube en unas cosas muy guays que cuando se mueven sacan humo pero no hay por ninguna parte yaks ni caballos. Además, hay…¡tanta gente! Y no tenemos que ir a buscar el agua al lago y cargar con ella cada mañana,¡llega directamente a casa! ¡Ni si quiera necesitamos leña para cocinar! La semana que viene comienzo el colegio, ¡estoy tan emocionada!

Cuarta semana en Katmandú

Ir al colegio es horrible. No entiendo nada... Voy a ser el fracaso de mi familia. Creo que los otros niños se ríen de mí, pero ni siquiera puedo entenderlos porque aquí nadie habla tibetano. Todo el mundo evita sentarse a mi lado. Me siento muy sola. Cuando hablo con mis hermanos de Komang no puedo parar de llorar… ¡me siento tan triste! Es peor que cuando papá se iba los 6 meses de invierno con los yaks y nunca sabíamos si iba a regresar. Además, hoy de camino a casa he visto muchos animales muertos dentro de una casa. Creo que los matan para poder comerlos… ¡En nuestro pueblo nunca haríamos eso! La vida de los animales es tan valiosa cómo la nuestra, para poder comerlos debemos esperar a su muerte natural.

Grupo de estudiantes de Komang en Katmandú con Inés


Dos meses en Katmandú

Hoy he soñado con mamá, estaba trabajando en el campo. Recolectaba las patatas. Luego cocinaba mientras cantaba y sonreía. En el sueño también aparecía mi hermana, ella estaba cuidando de las trece cabritas, doce ovejas y dos vacas que tenemos… Luego aparecía mi hermano que venía a casa a visitarnos. Ese día comíamos queso de oveja, ¡lo echo tanto de menos! En el sueño era agosto y se acercaba la fecha en la que podríamos intercambiar nuestros productos con China y en la comida papá hablaba de que este año tenemos suficiente queso y mantequilla como para poder intercambiar por un buen surtido de arroz y ropas de abrigo para los meses de invierno.

Cinco meses en Katmandú

Me siento mejor, pero ojalá no hubiese despertado hoy. He soñado con el festival. En la competición de caballos ganaba un chico muy guapo y el equipo en el que estaba mi hermano ganaba en el juego de fuerza con la cuerda. Yo bailaba con mi hermana y no podía parar de reir…

Siete meses en Katmandú

Estoy contenta de estar aquí, aunque sigo añorando mi familia. ¡Ojalá pudiese enviarles más cartas! Pero la única manera de que lleguen allí es a través de Rinpoche una vez al año. Aun así ahora sé que tengo una gran oportunidad y debo aprovecharla. Sin embargo, hoy tuve una pesadilla, recibia una carta de mi hermana, me explicaba que mamá había muerto, que se había puesto muy enferma por el frío, estaba muy caliente y las plantas medicinales no lograron bajar su fuego. Según la astrología tibetana, mamá pertenecía al dios de los pájaros, así que los pedacitos de su cuerpo han nutrido a las águilas y ahora su alma ha vuelto con los pájaros. El sueño era tan real… que tengo miedo de que sea verdad.

Un año en Katmandú

Hoy ha llegado uno de mis hermanos de Komang, cayó desde un tejado y se hizo daño en el brazo, nadie supo cómo curarlo y durante los 15 días de viaje a Katmandú volvió con el brazo putrefacto. Hubo que amputarlo. Hoy he decidido que quiero ser enfermera, quiero saber cómo curar a la gente en Komang. Y ahora, tengo la oportunidad de serlo.

¡Actúa!

Si te llama la atención la cultura tibetana y quieres ayudar a que niños y niñas como Pema* puedan seguir estudiando, ¡ven de viaje solidario! No solo les ayudarás a mejorar con sus estudios, sino que les darás refuerzo positivo y les ayudarás en su integración en la gran ciudad. Inés sigue allí y ha preparado este artículo para acercarnos la realidad de los peques del proyecto. Si te apetece colaborar ¡Te esperamos!.


* Pema no es una niña real. Esta historia está elaborada con vivencias de varios niños y niñas del proyecto para preservar la identidad de los menores.

Un post de Inés Guardia Pena (voluntaria de abril a junio de 2017) y Nyima (coordinadora de voluntarixs de Katmandú).

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